Me prometí a mi misma
no perder el tiempo
utopizando la luna
teniendo estrellas cerca.
Y aún así la contemplo cada noche
a sabiendas de que no es recíproco
porque lo imposible es más ocurrente
y cómo no: nocivo.
Algún día seré capaz, Luna,
de cesar la cuenta atrás que propagas
como las crónicas más intensas
que se preparan para el punto y final.
Y ese día, cuando clave mi bandera
y explore mi anhelada utopía,
sólo entonces me daré cuenta
de la magnificencia de las pequeñas cosas.
Y cuán estúpida fui
al enamorarme de una ilusión
lejana, ausente, quizá ya conquistada
ignorándote a ti, Estrella,
que brillabas como nunca.
Que brillabas como nadie,
que eras real, vivaz
y gritabas autenticidad
incluso a pequeña escala.